domingo, 10 de febrero de 2013

La Montaña Rusa

-Fúmatela, tómatela, inhálatela o inyéctatela, pero que nunca te fume, te tome, te inhale o te inyecte- me dijo mientras estábamos encerrados en su cuarto, alejados del barullo de la fiesta.

-Te voy a enseñar mi otro vicio y ya tú decides si quieres seguir conmigo o no- agarró un cigarro, le quitó algo de tabaco, sacó un portarretrato y lo llenó de coca, metió un poco al cigarro- ¿ves? soy un viejo vicioso, pero te amo- me abrazó y encendió su cigarro, yo no decía nada, lo veía con asombro, como cuando los niños pequeños ven a un mago haciendo sus trucos, él era mi mago.

-Vente, o van a pensar que ya estamos cogiendo- me jaló de la mano y salimos a la sala, yo sólo me dejaba llevar.

- dame de tu cigarro- le pedí
- no pequeña, tú no, por favor- me miró con esos ojos verdes vidriosos- déjame cuidarte.

Nos acercamos a la computadora, sin soltar nuestras copas, para poner un poco de música.

- ¿Sabes con qué canción me acuerdo de ti?
- NO- le respondí
- Con ésta- y empezó Tornasol de la Gusana Ciega- nos miramos, pude ver su alma, destrozada, pidiendo a gritos a alguien que la sanara, que la cuidara.

Y mientras nosotros nos agarrábamos de la mano y tarareabamos la letra -Vuelves a ser el universo de repente-, la sala de su casa se había convertido en un hotel de paso y una droguería, los excesos estaban por doquier, parecía no importarle, la coca ya había hecho efecto en su cuerpo.
- Pinche cursi, quien te viera a tu edad y con novia de manita sudada y toda la cosa- apareció su mejor amigo y socio, quien no perdía la oportunidad para poner su mano en mi cintura, me asqueaba.
- Órale cabrón, quita esa mano de ahí, no te pases de listo, a mi novia nadie la toca- se echaron a reir, yo no sabía cuál era el chiste.

Nos acercamos a su balcón y seguimos bebiendo.
- ¿Estás lista para subirte a esta montaña rusa?
- ¿Cuál montaña?- miraba a mi alrededor y pedía a gritos que no se refiriera al mundo de sus "amigos"
- La Montaña Rusa soy yo, estoy loco, debes de saberlo, quiero ser honesto contigo.
- Sí- le dije, sin pensar en las consencuencias de esa respuesta.
- Ṕues agárrate, porque lo vas a disfrutar, pero también vas a sufrir- me miró con esos ojos vidriosos...